
Tesoros ocultos de las ciudades medievales
Partid al asalto de nuestras ciudades para descubrir los secretos mejor guardados, pero también los pequeños rincones escondidos y evadíos mientras estáis en el territorio de Tarn. Los aventureros elegirán su rincón favorito prestando atención a los pequeños secretos que contamos.

El remanso de frescor de Cordes-sur-Ciel
Situado sobre el Valle del Cérou, se trata de una de las bastidas más antiguas de Occitania. Este pueblo encantador ha vivido una gran prosperidad gracias al comercio de las telas, las sedas y los cueros. En los siglos XIII y XIV, los comerciantes y nobles hicieron construir lujosas residencias: Maison du Grand Ecuyer, Maison du Grand Veneur, Maison du Grand Fauconnier y otros palacios góticos. Al pasear por las callejuelas escarpadas de Cordes-sur-Ciel, podréis observar las esculturas en las fachadas de arenisca ocre donde encontramos dragones, animales y personajes extraños. Estas han contribuido al ambiente legendario que reina en la ciudad de Cordes-sur-Ciel. Elegido como uno de los pueblos más bonitos de Francia, en las últimas terrazas fortificadas se encuentra un oasis de frescor y de vegetación, el Jardín del Paraíso, clasificado como «Jardin Remarquable». Pasear por él es un placer para los sentidos, un agradable paréntesis con influencias orientales.

El tesoro de Castelnau-de-Montmiral
Además de haber resistido a la Guerra de los Cien Años y a las Guerras de Religión, domina en el Valle del Tarn y mantiene su espíritu. Entre viejos entramados de madera y callejuelas medievales con maceteros de colores, descubriréis la iglesia Notre-Dame que esconde un verdadero tesoro, el de la Cruz reliquiaria de los condes de Armagnac. Orgullo de sus habitantes desde hace varias generaciones, se cuenta que desapareció tras la Revolución Francesa y que fue encontrada por un cerdo que buscaba comida. A una decena de kilómetros de Castelnau-de-Montmiral, se encuentra un lugar encantador, el bosque estatal de Grésigne donde reina el misterio de los vidrieros de Grésigne. El mayor robledal del sur de Francia, es el lugar de ensueño para el ocio en la naturaleza.

El encanto medieval de Puycelsi
Con sus murallas, pasadizos estrechos casi secretos, callejones y puertas fortificadas, el pueblo que ha conservado el misterio de las bastidas medievales, hace viajar en el tiempo. En Le Verger Conservatoire de Puycelsi, antiguas variedades frutales de manzanas, peras y vides de antaño en vías de desaparición sorprenden a las papilas y son la ocasión para amenizar la cesta de la fruta fresca y de temporada en la Maison du Conservatoire. El camino de ronda ofrece magníficas vistas de los paisajes de los alrededores que pintan viñedos, bosques y colinas. Caminad hasta la cima y abrid bien los ojos para disfrutar de las vistas sobrecogedoras del bosque de Grésigne. A la entrada de la iglesia Saint-Corneille, la escultura de un cerdo recuerda la leyenda que data del asedio de los ingleses cuando los habitantes de Puycelsi tuvieron que hacer chillar todos los días al único cerdo con la ayuda de una lanza, simulando así una abundancia de víveres. Los ingleses, desanimados por no conseguir matarlos de hambre, levantaron el asedio.

Entre las piedras del Castillo de Penne
Pueblo con encanto denominado nido de águila o ciudad del vértigo, en la cima de su peñasco rocoso, la fortaleza medieval parece levantar el vuelo. Al subir las sinuosas callejuelas del pueblo de Penne, accederéis a unas vistas maravillosas del bosque de Grésigne y del Aveyron que circula más abajo. Sus callejuelas pintorescas mantienen la atmósfera de antaño y os llevan hasta el castillo en cuyo patio interior se organizaban las fiestas y banquetes. Más arriba, los vestigios del torreón, ideales para inventarse mil cruzadas y aventuras, os embarcarán en un viaje en el tiempo. En el centro, la iglesia del siglo XVIII y la capilla Sainte-Madelaine des Albis seducen a los apasionados de la historia y de la arquitectura medieval. En verano, una obra de excavación y una obra medieval permiten descubrir el trabajo de restauración del Castillo de Penne, con un equipo de arqueólogos y trabajadores motivados (constructores medievales) que comparten sus descubrimientos.