Los vinos de Gaillac se desarrollaron en la antigüedad y florecieron en la Edad Media. Las variedades autóctonas de Gaillac, durante mucho tiempo marginadas, vuelven a cobrar protagonismo, gracias sobre todo a una nueva generación de jóvenes viticultores apasionados. Un nuevo viento sopla en las colinas de la Toscana occitana.
El campo de Gaillac despierta todos tus sentidos

A lo largo de las estaciones, los viñedos de Gaillac crean magníficas parcelas de colores cambiantes, teñidos de rojo y naranja cuando pasa el verano, cubiertos de un velo blanco cuando llega el invierno y luego de un verde extravagante en verano. En cualquier época del año, los paisajes son un deleite para la vista y los sutiles aromas que recuerdan a la recogida de setas en el bosque o a las dulces flores de la primavera llenan el aire.
Un poco de historia
Vitis vinifera
Si Gaillacois es un viñedo antiguo, hay una buena razón: ¡la región es ideal para el cultivo de vides! La prueba irrefutable es la existencia, en el bosque de Grésigne, de «Vitis Vinifera», nombre en latín de la vid silvestre, una planta que existía mucho antes del hombre.
Pero ahí lo tenéis, si existía la vid, los galos bebían… cerveza. Porque el cultivo de la vid se desarrolló gracias a la aportación de los fenicios, los foceos y los romanos.

En la época romana, la región de Gaillac fue una de las primeras que mereció este nombre, junto con Côte-Rôtie y Hermitage. La viña encontró aquí, al borde del valle del Tarn, al noroeste del actual departamento, un terreno ideal: la influencia mediterránea, la humedad oceánica y la contribución beneficiosa del viento de Autan. El yacimiento arqueológico de Montans revela la producción de ánforas destinadas a la conservación y el transporte del vino, lo que da testimonio de su uso en época galo-romana.
La Edad Media: una influencia europea
En 920, el archidiácono Beneberto hizo una donación de viñas al canónigo de Albi en el actual municipio de Gaillac. En el año 951, en Vieux, una colonia de religiosos cedió a sus vasallos tierras para plantar vides. Finalmente, en 972, el obispo de Albi entregó al abad de Saint-Michel la ciudad de Gaillac y los viñedos de los alrededores. La implicación y organización de los monjes en el desarrollo del viñedo fueron decisivas, así como la proximidad del Tarn, principal herramienta de influencia de los vinos de Gaillac en Europa.
Incluso los ingleses, durante la Guerra de los Cien Años, apreciaban los vinos de Gaillac y Ricardo III pedía regularmente un barril de "mustum et muslum" (mosto sin fermentar y vino mezclado con miel). Enrique III importaba 20 barriles al año. Raimundo III y los condes de Toulouse, reyes de Francia desde Felipe el Hermoso hasta Luis XVI, pasando por Francisco I, elogiaron estos vinos cultivados y madurados en las orillas del Tarn.
The Rooster Mark, uno de los primeros charters de calidad
Para garantizar la calidad de su producción, los vinos de Gaillac fueron los primeros en establecer una "carta de calidad" que prohibía las mezclas e imponía normas de producción estrictas, incluido el uso de excrementos de paloma, un excelente fertilizante en aquella época (lo que explica la importancia de los palomares en esta zona).
Crearon la que probablemente sea la primera marca comercial del mundo del vino: “les vins du coq” grabado en las barricas. Esta marca, utilizada desde 1397, fue reconocida en 1501; ¡El INAO (Instituto Nacional de Denominaciones Controladas) fue creado recién en 1935! El gallo se convirtió así en el emblema de la ciudad, lo que explica su presencia en el logotipo municipal.

Un éxito detenido en seco
Este viñedo excepcional fue construido con variedades de uva a veces muy particulares, como "braucol", "prulart" o "loin de l'œil" y una exigencia reconocida de calidad. Las guerras religiosas frenaron el dinamismo económico de la región. La región de Burdeos aprovechó entonces su situación geográfica privilegiada y el juego de alianzas para imponer duras restricciones a los vinos de Gaillac, hasta el Edicto de Turgot de 1776. La crisis de la filoxera fue catastrófica para la región y las dos guerras mundiales completaron el cuadro. La marca del gallo fue abandonada poco a poco y su reputación se vio afectada.
La nueva vague

A la cabeza de la nueva ola de viticultores, la finca Plageoles, figura clave en el viñedo con las variedades rosadas, verdes, blancas y negras Mauzac, Verdanel, Ondec y tantas otras variedades de uva que casi desaparecieron. Es la tenacidad de esta familia lo que ha permitido la conservación de estas variedades de uva endémicas y emblemáticas de Gaillac.
Pero un dominio no constituye un movimiento. Los viticultores se instalaron en los años 80: las viñas se cultivaban de forma ecológica y sin añadir ningún insumo al proceso de elaboración del vino. Considerados como ovnis reales, persistieron antes de que se les uniera una nueva ola en la década de 2000, que sigue creciendo hasta el día de hoy. Con el paso de los años, estas nuevas generaciones de viticultores han ido planteando otra forma de elaborar vino, menos tradicional y más cercana a las variedades de uva y al terruño. Dos asociaciones encarnan esta nueva ola: Naturaleza y progreso et Tierras de Gaillac.